Palau Sant Jordi
Los Juegos Olímpicos representaron un gran cambio para Barcelona. Uno de los edificios que marcó la entrada en la era de la contemporaneidad fue el Palau Sant Jordi, un gran pabellón cubierto destinado a la celebración de todo tipo de acontecimientos deportivos, lúdicos y culturales.
El Anillo Olímpico, situado en la montaña de Montjuïc, se convirtió en el área central de los Juegos Olímpicos celebrados en Barcelona en 1992. Dos años antes, en 1990, se inauguraba el Palau Sant Jordi, uno de los edificios más destacados de una Barcelona que empezaba a renovarse y mirar hacia el futuro. En el Anillo Olímpico, de acceso gratuito, se integran las instalaciones olímpicas del Estadio Olímpico Lluís Companys, la Piscina de Saltos de Montjuïc o las Piscinas Bernat Picornell.
El nuevo palacio de deportes fue concebido por el arquitecto japonés Arata Isozaki. La cúpula que lo cubre fue levantada desde el suelo con una innovadora técnica hidráulica y su silueta, imponente, recuerda a una tortuga, un elemento orgánico que se entronca con Gaudí y el entorno de la montaña en la que se encuentra. Obra maestra de la ingeniería, la cúpula se levanta sobre una base clásica la cual se une por un elemento ondulante que dota de armonía todo el conjunto. La estructura utilizada, así como los materiales, dan una gran versatilidad a un edificio polivalente, con capacidad para más de 18.000 espectadores.
Anexo al Palau Sant Jordi encontramos el Sant Jordi Club, consolidado como sala de conciertos de medio formato, con una capacidad de 4.620 personas.
En el exterior destaca la escultura de Aiko Miyawaki, un delicado conjunto de 36 cilindros de hormigón coronados por anillas metálicas y cables de acero que brillan de forma muy especial con la luz del anochecer.